domingo, 27 de agosto de 2006

Córdoba

Extrañamente, el clima es algo cálido y húmedo en Córdoba, a donde vine para despedir. Hasta ahora, todo va bien. Mi hermano es un excelente anfitrión (pollo frito y papas para comer) y la despedida está feliz. Nerviosa y feliz.
Sin embargo me siento un poco raro. Como cuando se pierde algo que llevas encima, sabes que te falta, pero no puedes determinar qué es. Supongo que lo sabré pronto: siempre es así. Siempre se percata una de las cosas cuando ya no hay remedio -o sentido- posible en ellas. Al menos así ha sido conmigo.
Ha sido una semana extraña. Viejas caras que regresan en lugares insospechados. Calor y sensación de falta de espacio, constreñimiento en algunos otros lados. Ha sido una semana larga, en que recapitulé las querencias y apegos, recordé el gusto que me da ver a mi padre y saberme bien conmigo mismo. Ha sido una semana confusa, plagada de sueños raros, míos y de otros, que me los han contado y yo me apropio, y me parece reconocerme en ellos. Ha sido.
Hestas decisiones, siempre con sus hocurrencias.

sábado, 19 de agosto de 2006

Familia completa

Tras la gran pérdida has intentado revalorar lo que antes dabas por hecho: aunque las necesidades siempre han estado ahí, te dabas el lujo de postergar encuentros, prevenir discordias y olvidar acuerdos por estar desatentamente mirando al cielo -si nos iba bien; a veces simplemente dejabas que nos absorbiese el mundoestúpidavorágine-. El cansancio cobra su cuota, es cierto, pero ha valido la pena, sin duda. Caras nuevas, caras conocidas, caras caras y máscaras perfectas (que no difieren un rasgo de nosotros). Hace muchísimo calor en Veracruz.

¿Sueño? Mucho. Pero no podía dejar de postear hoy.

Por fin he visto a mi hermano.

jueves, 17 de agosto de 2006

miércoles 16

Hoy es uno de esos días. Amanecí con The Fragile y me pasó la factura. Ya sabes. Sólo me pasa cuando hablo con ella. Y ayer fue tan agradable... vi a gente que tenía meses sin ver, reorganicé estructuras, resolví acertijos e invadí hogares. Comí un delicioso camarón y resolví no conocer a otra señorita de azúcar y canela. Pero una llamada basta para volverse, como Horacio, el terrible buzo de lavabo, y decantarse en la desconocida oscuridad de las tuberías, sentir un hueco en el estómago y no reconocerse en la escritura... Todo pintaba tan bien, y ahora...
Pero, como siempre, ya pasará.
Les dejo un viejo apunte, para su exigente arrogancia. Saludos.
- - - - -
(jueves dos de febrero de dos mil seis)
Mi mano emite sobre la libreta una sombra múltiple y morada. Es raro. Yo no recuerdo haber tenido este lunar antes. Qué extraño es sentirse aprehendido, conocido, consciente de sí mismo y del mundo que a uno lo rodea y de repente sorprenderse por algún elemento básico de la física (efectos desconocidos o nunca experimentados en carne propia de la luminosidad, la dinámica o el magnetismo) o de algún cambio en el propio cuerpo.
Hace unos seis meses descubrí, después de bañarme, mi primer lunar rojo. Lo tengo un poco abajo del hombro derecho. Ahora es muy pequeño, casi imperceptible, pero dada la manera en que se han desarrollado estos lunares en mi madre y en mi abuela, podría asegurar que conozco su evolución y que, de llegar a ser viejo, tendré un lunar del tamaño de una cabeza de alfiler, roja como granada. Y mis nietos, si tengo, me preguntarán qué es eso, y yo les diré que no sé, pero que se me ha perdido mi alfiler rojo favorito.

miércoles, 16 de agosto de 2006

La hoguera

A petición del buen Hugo Lara, y debido a este terrible bloqueo mental producido por el cansancio absoluto de la mudanza:

- - -

Despiertas en medio de la noche por escuchar un sonido grave y misterioso. Al abrir la puerta de tu cuarto, te encuentras con que

a) Una antigua tribu de desconocida etnia realiza un ritual, con gigantesca hoguera incluida, en la sala de tu depa. El suelo debe ser ancestralmente sagrado y crees ver alguna conexión, por extraño que parezca, entre la danza y la figura de madera del pescador haitiano que tienes en la recámara. No deja de ser raro ver en tu sala a negros enormes (calculas a ojo de buen cubero un promedio de 2.10 m de altura) bailan alrededor de una hoguera de la sala de tu depa, pero no puedes hacer gran cosa en realidad. Entras de nuevo a tu recámara e intentas conciliar el sueño.

b) Gente diminuta de piel de un color que nunca habías visto y máscaras enormes para su tamaño (aunque obviamente diminutas también), cantando y bailando como poseídos alrededor de esa misma hoguera.

c) una colonia de hormigas a la que siguen agregándose más y más en lo que dura lo que parece ser música. No hay hoguera, pero el aire está tan viciado que no piensas en ello.

martes, 8 de agosto de 2006

Los ojos

Una amiga me dijo hace poco que era muy difícil verme a los ojos; que la mayoría de las veces mis pestañas distraen demasiado o que parece que yo no estoy ahí (aquí... en mí, pues...), pero que, una vez salvados esos impedimentos, tienen un no se qué de hipnóticos y no puedes dejar de verlos.
Desde entonces he intentado ver mis ojos en el espejo. Aún no paso de las pestañas, pero he desarrollado algunos juegos más, que me gustaría compartir para el sano esparcimiento del lector.

viernes, 4 de agosto de 2006

Regresa el lobo

Un lobezno es tan indefenso contra cualquier depredador del bosque como podría serlo un corderito en descampado. Te fuiste de nuevo, pequeño, buscando un camino a tu propia vida y regresas ahora con la cola entre las patas siendo, acaso, la mitad de lo que eras. Esas ojeras no te van bien. Tampoco esos ojos rojísimos de llanto. Es tiempo de que vuelvas bajo mi cobijo, bajo mi consuelo. Ven y protégete. Seré otra vez tu armadura contra el mundo.


Foto: Fenris/Fenrir en Wikipedia

jueves, 3 de agosto de 2006

Principio de Pato

Sosa Payno, Patricia Valentina. Sólo llora cuando está despierta o el auto se detiene. Padres amorosos. Casa ya sin gato. Dos tíos un poco loquitos. 50 cm de altura, 4 kg de peso (or so). Chistosa, chistosa. Un poco latosilla (algo tenía que sacar a sus papás). Debido a la burocracia, aún no registrada. El proceso será retomado en Córdoba, Veracruz. Cara de bebé (pestañas gigantes, desdentada).
Es raro cómo el ver a un bebé puede provocar en alguien como yo un extraño sentimiento de... ¿tranquilidad? ¿paz? ¿alegría? (¡ay mojo Jesucristo!, diría alguien en mi rancho). Va mucho más allá de mi comprensión, de mi inteligencia (muchísimo, pues corta es ésta) el cómo debe sentirse un padre al ver a su pequeñ@. La Patito es, desde luego, la máxima adoración de Jessy y Raúl, mis queridos amigos, que de un tiempo hacia acá han hecho todo lo que está en sus manos por ella.
He visto, sin embargo a padres... ¿cómo llamarlos? Creo que la palabra es culeros o desnaturalizados. Ni responsabilidad ni madurez llegan con los hijos ¿Seré capaz algún día de tener uno por mi cuenta? Sé que quiero. Pero no lo haré, sin duda, antes de llenar los requisitos. Ah... y la paciencia... Esa bendita paciencia, que no llega, que no llega...

(pronto habrá foto)

miércoles, 2 de agosto de 2006

Excusa

Llevo escritos dos largos borradores que quizá nunca vean la luz. El primero, titulado "Etapa buki y sueño extraño" contaba ciertas estupideces sobre el estado actual de mi cabello y otras tantas sobre un pequeño y simpático sueño en que aparecía una buena parte de mi familia de Veracruz. El segundo, "La hoguera", trataba sobre... bueno, una hoguera en la sala de mi depa alrededor de la cual bailaban, alternativamente, una atigua tribu africana, un montón de gente diminuta (como de la altura de tu meñique) y una colonia de hormigas.
Ninguna de las historias vale realmente la pena. Supongo que a veces se viene el bloqueo mental y uno simplemente no encuentra la manera de contar las cosas. Esto viene, con seguridad, de una buena/mala noticia que me impedirá viajar, como tenía contemplado, en los próximos días a Villahermosa. Ni modo. Me es realmente imposible postear hoy. Y basta.

Anfiteatro reloaded

Qué chafo, dirá usted, querido lecter (véase la explicación que nos ofrece la famosa Jennívora), y tal vez tenga toda la razón, pero francamente ha dejado de importarme. Explico: Debido a mis múltiples ocupaciones, he decidido repostear (y no hablo ahora de pasteles) algunos textos que creo -presuntuosa y pedantemente, si así lo quiere ver- debe usted leer o releer, en caso de que ya lo haya leído antes.

Varias razones me han impulsado a ello; entre las que viene ahora a mi mente el post que habla sobre los secretos que el buen Matt tuvo a bien postear, y mañana mismo sabrá usted por qué, pero ahora mismo, comenzaré con un texto que tenía como borrador en mi bandeja, que posteo por primera vez, a petición expresa de Hugo Lara.

Venga, pues, la crapulencia:

- - -

Etapa Buki y sueño extraño

Mi pobre cabellera se encuentra actualmente en el peor de sus estados. Ni corta, ni larga: no se deja amarrar (sale una coleta realmente ridícula cuando lo intento), y se ve terrible cuando está suelta; se viene a mis ojos cuando trabajo, o intento hacer cualquier deporte o ejercicio.
Tendré que cortarlo si no se ve bien para cuando sea la entrega de papeles, el 8 de septiembre. Ni hablar.

Sueño extraño

Mi pa y yo estábamos en un restaurante-cafetería tipo Sanborn's... o Vips. Sí, más bien como Vips. Él se paraba al baño tras quejarse por veinte minutos -en tiempo de sueño, no sé cuánto sería en realidad- del calor que hacía en nuestra mesa. Pensé entonces en ir a otra, que estaba dos escalones arriba, en donde el aire acondicionado se concentraba más, o el aparato estaba más cerca o algo así (esta segunda explicación la interpreto ahora; en el sueño simplemente estaba más fresco en la otra mesa).

Desde esta otra mesa, se veía todo verde.

No sé si mi papá regresaba.

- - -