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jueves, 11 de noviembre de 2010
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realidades,
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jueves, 4 de noviembre de 2010
miércoles, 3 de noviembre de 2010
martes, 2 de noviembre de 2010
Rol decimal
[Actualizada a las 10:00pm]
(Continuación de la calavera de Nuye).
Tras los cantos y los vinos
pa’ celebrar la no-muerte
de Nuye, a quien, por suerte,
salvó el dios de los caminos,
la party de adamantinos
héroes yace bajo tierra
descansando de la guerra,
de la peste y otros males,
en las zonas abismales
de una selva entre la sierra.
Pero no has de preocuparte,
escucha del canto mío;
aleja ese escalofrío
y disfruta de mi arte:
Los dueños del estandarte
del heroísmo más puro
’stán más vivos, me aventuro
a decir, que lo que nunca
han estado, y nada trunca
su vida en el pozo oscuro.
Y me explico, si prefiere
vuesa merced que lo haga:
La partida entera vaga,
como si se compitiere
(Behrein canta un miserere)
para ver quién vaga más,
y así llegaron nomás
por la leyenda local
a un baño de temazcal
para estar un rato en paz
antes de partir al viaje,
pues se acercaba la hora
tras semanas de demora,
de fiesta y libertinaje
(¡ah, con estos personajes!).
Así, pues, se despidieron
tan pronto como salieron
del baño de temazcal.
Alguno lloró (es normal:
eso todos lo admitieron).
Acaso por verse, todos
se sintieron remozados
al salir hacia los lados
a que partieron, ni modos.
O acaso fueron los lodos
del temazcal secreto
al que fueron como un reto
durante la gran verbena
lo que les quitó la pena
y la vejez por completo.
No sabían los precedentes:
aquella cueva lodosa
(nadie dijo alguna cosa
sobre las piedras calientes
más que Behrein, entre dientes:
“Oh, por Pellor, this feels good”),
era el lugar de virtud
que cantaban los sapientes:
Los manantiales, las fuentes
de la eterna juventud.
Partió, pues, solo, hacia el norte
el clérigo Berenjeno,
donde tradujo lo ajeno
con destreza y con buen porte,
esperando el pasaporte
muy pronto poder sellar:
ver, conocer y viajar
por decenas de países.
Solamente echar raíces
cuando encontrara su hogar.
Tomaron rumbo común
el ranger y Chuchoriethko.
Llevaban sólo refrezco
y algunas latas de atún.
El mediano montaba un
elegante pony blanco,
mientras Nuye, a salto y tranco,
avanzaba sobre él
como si fuera un doncel,
un virtuoso saltimbanco.
No tan lejos, Ali-Khan
—esa bruja poderosa,
certamente, ma che cosa!
que domina el huracán,
el rayo, el trueno, el volcán... —
con sapiencia natural,
a la juventud mortal
ella adoctrina con gana
pa’ que el brujo del mañana
sea un orgullo universal.
Con Frjöpjofur marchó Alana,
que aguantaba sus esquemas,
sus planes, estratagemas
y su mirada insana
con paciencia sisifeana
y dotes de enamorada.
La locura fue curada
y fray Frjöpjofur también
se hizo un hombre de bien,
sano hasta en la mirada.
(Al principio iba también
una dragona plateada)
Hacia el sur fue una partida;
eran dos: Ludwig Kaled
(medio elfo, sepa usted),
el aguerrido druida
con su armadura bruñida
y Asteroth, el paladín,
poderoso espadachín,
con deteriorada fe,
toneladas de HP,
argüendero y parlanchín.
Anduvieron largo trecho
por un risco interminable
y aunque no es recomendable,
recordando lo ya hecho
años antes, por despecho
del Master, sin tantas ganas
Ludwig devoró bananas
cual hambriento orangután.
Bastante mal acabó
cuando al fin se despidió
justo en Minas Tirithlán.
¿Volverán a estar, por cierto,
nuestros héroes todos juntos,
componiendo los asuntos,
desfaciendo los entuertos?
Quizá cuando ya estén muertos,
pero en verdad, nadie sabe.
Mientras, dentro’e lo que cabe,
y a la luz de la memoria
se rescatará una historia
de amistad. Esa es la clave.
(Continuación de la calavera de Nuye).
Tras los cantos y los vinos
pa’ celebrar la no-muerte
de Nuye, a quien, por suerte,
salvó el dios de los caminos,
la party de adamantinos
héroes yace bajo tierra
descansando de la guerra,
de la peste y otros males,
en las zonas abismales
de una selva entre la sierra.
Pero no has de preocuparte,
escucha del canto mío;
aleja ese escalofrío
y disfruta de mi arte:
Los dueños del estandarte
del heroísmo más puro
’stán más vivos, me aventuro
a decir, que lo que nunca
han estado, y nada trunca
su vida en el pozo oscuro.
Y me explico, si prefiere
vuesa merced que lo haga:
La partida entera vaga,
como si se compitiere
(Behrein canta un miserere)
para ver quién vaga más,
y así llegaron nomás
por la leyenda local
a un baño de temazcal
para estar un rato en paz
antes de partir al viaje,
pues se acercaba la hora
tras semanas de demora,
de fiesta y libertinaje
(¡ah, con estos personajes!).
Así, pues, se despidieron
tan pronto como salieron
del baño de temazcal.
Alguno lloró (es normal:
eso todos lo admitieron).
Acaso por verse, todos
se sintieron remozados
al salir hacia los lados
a que partieron, ni modos.
O acaso fueron los lodos
del temazcal secreto
al que fueron como un reto
durante la gran verbena
lo que les quitó la pena
y la vejez por completo.
No sabían los precedentes:
aquella cueva lodosa
(nadie dijo alguna cosa
sobre las piedras calientes
más que Behrein, entre dientes:
“Oh, por Pellor, this feels good”),
era el lugar de virtud
que cantaban los sapientes:
Los manantiales, las fuentes
de la eterna juventud.
Partió, pues, solo, hacia el norte
el clérigo Berenjeno,
donde tradujo lo ajeno
con destreza y con buen porte,
esperando el pasaporte
muy pronto poder sellar:
ver, conocer y viajar
por decenas de países.
Solamente echar raíces
cuando encontrara su hogar.
Tomaron rumbo común
el ranger y Chuchoriethko.
Llevaban sólo refrezco
y algunas latas de atún.
El mediano montaba un
elegante pony blanco,
mientras Nuye, a salto y tranco,
avanzaba sobre él
como si fuera un doncel,
un virtuoso saltimbanco.
No tan lejos, Ali-Khan
—esa bruja poderosa,
certamente, ma che cosa!
que domina el huracán,
el rayo, el trueno, el volcán... —
con sapiencia natural,
a la juventud mortal
ella adoctrina con gana
pa’ que el brujo del mañana
sea un orgullo universal.
Con Frjöpjofur marchó Alana,
que aguantaba sus esquemas,
sus planes, estratagemas
y su mirada insana
con paciencia sisifeana
y dotes de enamorada.
La locura fue curada
y fray Frjöpjofur también
se hizo un hombre de bien,
sano hasta en la mirada.
(Al principio iba también
una dragona plateada)
Hacia el sur fue una partida;
eran dos: Ludwig Kaled
(medio elfo, sepa usted),
el aguerrido druida
con su armadura bruñida
y Asteroth, el paladín,
poderoso espadachín,
con deteriorada fe,
toneladas de HP,
argüendero y parlanchín.
Anduvieron largo trecho
por un risco interminable
y aunque no es recomendable,
recordando lo ya hecho
años antes, por despecho
del Master, sin tantas ganas
Ludwig devoró bananas
cual hambriento orangután.
Bastante mal acabó
cuando al fin se despidió
justo en Minas Tirithlán.
¿Volverán a estar, por cierto,
nuestros héroes todos juntos,
componiendo los asuntos,
desfaciendo los entuertos?
Quizá cuando ya estén muertos,
pero en verdad, nadie sabe.
Mientras, dentro’e lo que cabe,
y a la luz de la memoria
se rescatará una historia
de amistad. Esa es la clave.
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