(anotación en una vieja libreta de 1999)
Tras desacreditar uno tras otro todos mis intentos de trascendencia, me resuelvo enteramente inadmisible en estos salones, e irremediablemente innecesario para el mundo. No sólo el ateísmo me ha privado de inmortalidad, sino también, más escandalosa, más real, más dolorosamente, mi absoluta incapacidad para crear algo. Al principio la búsqueda era mucho más específica; crear algo original. Esto fue poco a poco degradándose y, pasando por lo bueno o lo meramente portador de algo de valor, llegó a ser un vano deseo de crear algo. Que ilusión. Qué iluso.
domingo, 8 de octubre de 2006
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