Él y yo hemos llegado a un acuerdo. En busca del equilibrio, sólo las pesadillas necesarias. Sin caprichos, ni tragos amargos de espacios en blanco.
La servilleta fue un olvido; nada hubo de intención en ello más que la escritura.
(
el pequeño mono me mira
quisiera decirme
algo que se le olvida!
)
Y de nuevo la neurosis, moderada, y de nuevo -¡por fin!- la escritura, que a ratos se quedaba estática ante la brutal intrascendencia de la tinta.
Bienvenido de vuelta, Su Alteza, Rey Baldemar. ¿Desea un poco más de tabaco?
jueves, 9 de noviembre de 2006
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