Debido a algunos pendientes laborales decidí quedarme unos días más en Xalapita, la bella. Eso me permitiría, supuestamente, dedicarle algo de tiempo a la casa, hacer la maleta con tranquilidad, preparar alguna caja de mi hermana, pagar luz, agua y teléfono, yo qué sé. El caso es que no hice casi nada de eso sino hasta el último día, terminé metiendo a la maleta lo que tuve a la mano, apuradísimo, y dejé aún varios asuntos pendientes para mi regreso.
Estoy en Villahermosa, sin embargo. Ocho horas de camino (no vuelvo a viajar durante el día, qué estúpida pérdida de tiempo...). Lo primero que noté: la ciudad está muy sucia; todo parece tener una delgada capa de mugre y polvo; se me ocurre que la inundación sigue siendo la excusa. Lo segundo: la gente ya no está tan ciscada y, por lo mismo, comienza a aflorar de vuelta su patanería, su falta de conciencia cívica y de cultura vial. Me explico: la última vez que vine, en diciembre, aún se sentía cerca lo de la inundación; la gente no tiraba basura en la calle, manejaba a treinta y cinco kilómetros por hora en las zonas de cuarenta, cedían el paso, y así... todo eso parece haberse ido por las coladeras junto con los restos de agua encharcada. Una lástima.
Espero ver a mi amada. Cruzaré los dedos.
jueves, 20 de marzo de 2008
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