Hay una casa, una calle adoquinada, una plaza comercial y un cementerio que se repiten consecuentemente en mis sueños. Separados por años en la vida real, en el tiempo de la ensoñación los acontecimientos que ocupan cada lugar al que vuelvo se suceden unos a otros sin tregua. El instante en que mi conciencia comenzó a espabilarse disolviendo el sueño en la pretendida certeza de los sentidos es el mismo al que regreso años después.
La sensación es curiosa: sé perfectamente dónde estoy, sé que he estado antes y, en ocasiones, sé también que se trata de un sueño. Comúnmente recuerdo a los dreamtigers, pero yo prefiero no ensayarlos: un tigre perfecto, aún dentro de un sueño, debe ser sin duda peligroso.
No es raro que tenga muchas ganas de volar y que me lo prometa intentarlo tras terminar algún pendiente que normalmente se reduce en esperar a alguien o en ir a buscar a ese alguien a algún lugar que nos gusta a ambos: casi siempre, un café con lámparas chinas situado, por supuesto, en esa calle adoquinada de rara iluminación.
martes, 31 de agosto de 2010
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3 comentarios:
El sábado soñé con girasoles dibujados en un pastel, luego lo vi, luego otra vez apareció en Palacio. Un año y medio antes soñé con un chico que pensé no conocería nunca, lo conocí y resultó ser un canalla; por último, el sueño más bonito y esperanzador fue el de ayer por la noche: me columpiaba quizá en una higuera, el cielo despejado, el sol como si fuesen las cuatro de la tarde y las ramas estaban llenas de uvas...
Hace mucho que no comentaba en un post, no tenía tantos disparates por decir-compartir. Abrazo
En esto de los lait motifs, que les dice Mario Muñoz, uno puebla mis sueños últimamente. Me parece mentira, pero ha ocurrido de manera gradual. Cada vez que se presenta, mi monóculo cae más estrepitosamente que la vez anterior. Es decir, el lait motif de marras se sube de color una rayita cada vez. Y ya, he dicho demasiado.
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