Omar Hearn Ficcissollo, músico michoacano de
padre trinitario y madre italoamericana, llegó a ser muy famoso por sus asiduas
colaboraciones con Manuel M. Ponce y Carlos Chávez (quienes habían sido sus
maestros en el Conservatorio Nacional) a mediados de los años treinta del siglo
pasado, en un momento inmejorable para el llamado movimiento nacionalista, en
el que por fin se recogían los frutos de su arduo trabajo. La Orquesta
Sinfónica de México (OSM) recibía ya el aplauso internacional, y nadie
recordaba las silbatinas de sus primeros días, cuando con audacia y temeridad
se habían atrevido a interpretar frente a un público neófito, producto de una
sociedad en formación, obras de Manuel de Falla, Igor Stravinski o Maurice
Ravel.
La
opera prima de Hearn,
Vernácula entre las tres y las cuatro (1936), fue muy bien recibida por el
público y la crítica, que en algún momento lo consideró “el músico mexicano
joven más prometedor de su generación” (Enríquez, 1936).
Hacia
1944, tras un período oscuro en que muy poco se supo de él —vivió en París, La
Habana, Londres y Nueva York, y se le creyó muerto en la guerra—, se recibió
con entusiasmo la noticia de su regreso a México. Sus obras y colaboraciones
habían ganado reputación en su ausencia y él era más famoso que nunca. Varias
de estas composiciones se encontraban asiduamente en los repertorios populares
que la OSM interpretaba en cientos de escenarios de México y de todo el mundo.
Cuando
se filtró a la prensa la noticia de que Hearn estaba preparando una nueva
presentación, el público enloqueció. Manuel M. Ponce incluso cometió la
indiscreción (muchos dicen que con toda la intención de crear expectativa para
el regreso de su alumno a los escenarios mexicanos) de filtrar el nombre a la
prensa: Balada del cordero, Concierto para guitarra, cuarteto de
cuerdas, bombo y platillos, y de comentar que estaba muy entusiasmado con el
sonido que Hearn había logrado; “algo distinto —aseguraba el maestro— a todo lo
que había escuchado antes […], más efervescente aún que el jazz”. Según se
cuenta, muchos creyeron que esta extraña descripción se trataba de disparates
inventados a modo de broma o debidos a un acceso de locura del eminente músico,
que para entonces pasaba de los sesenta años. Se sabe de cierto que el
comentario no tuvo demasiada repercusión, para bien o para mal, entre el
posible público del magno evento.
Hearn
se negó a dar información a los medios a pesar del constante asedio de los
reporteros, y todo lo que se supo fue que había comprado un pequeño teatro en
el sur del Distrito Federal seis meses antes del día en que se tenía planeado
el estreno.
El
músico planeó cada detalle a profundidad. Reacomodó las butacas del lugar, fijó
nuevos puentes y cabezales, recompuso paredes y pisos...; como lo demuestran
numerosos estudios posteriores, hizo de aquel modesto teatro una enorme caja de
resonancia.
Al
abrirse al público la venta de los boletos, una multitud de mayordomos, amas de
llave y gendarmes se desbordó sobre las taquillas: Toda la alta sociedad mexicana
acudió puntual a la cita el día del estreno. Menudearon las presentaciones y
los encuentros en la antesala del concierto. Miembros de las más altas esferas
políticas, así como de la farándula y de la burguesía departieron en una
efusión extravagante de champaña, sonrisas falsas y naricillas respingadas. Cuando
por fin se abrieron las puertas y todos tomaron sus lugares, el músico, de modo
contrario al que marcan las costumbres, dio una bienvenida a la concurrencia y
agradeció que hubieran asistido.
Al
día siguiente, los principales periódicos de la nación daban cuenta de aquel
concierto que tanta expectativa había creado: "Un absoluto fiasco";
"una pieza caótica, estridente"; "un insulto a los oídos";
"un vulgar ejemplo de lo perjudicial que es el viaje para el espíritu
humano"; "un concierto fallido desde el título (dado que el sonido
que hacen los corderos se llama balido y no balada)"... Casi
todo el público había huido horrorizado del lugar.
Hearn
nunca pudo recuperarse por completo de aquel gran fracaso y, tras quemar las
reproducciones de su obra, y vender el amplio solar en que había proyectado su
mansión en las todavía llamadas Chapultepec Heights, se retiró a su
hacienda-viñedo en Valle de Bravo a encargarse de sus asuntos de negocios, acrecentar
su biblioteca, cazar, leer, escribir y educar a sus hijos, sin preocuparse más
por la vida pública.
Por
fortuna, y para bien de la historia de la humanidad, uno de los hombres que
Hearn contrató para la renovación y mantenimiento del teatro (que tras el
rotundo fracaso de la Balada... cerró sus puertas para siempre) rescató
del fuego algunas de las hojas pautadas en donde Hearn había garabateado su
último concierto, y esas hojas han sido recientemente expuestas al conocimiento
de las masas por voluntad del nieto de aquel visionario y leal trabajador —que
ha querido mantener el anonimato—.
He leído esta mañana algo de la música que esa hoja alberga, silenciosa, en sus trazos firmes y elegantes. Me ha abrumado. La intensidad en el uso del contrapunto del cello, el incesante martilleo del bombo y los platillos, el violento rasgueo de la guitarra... Para el próximo fin de mes se ha formado una expedición a las ruinas de aquel viejo teatro con la intención de preparar ahí un nuevo concierto. No tengo la menor duda de que las paredes diseñadas por el músico generarán una rara especie de retroalimentación reverberante. Si mis nociones de solfeo y mi intuición no me fallan, el concierto sonará muy parecido a lo que ahora se conoce como metal progresivo.
He leído esta mañana algo de la música que esa hoja alberga, silenciosa, en sus trazos firmes y elegantes. Me ha abrumado. La intensidad en el uso del contrapunto del cello, el incesante martilleo del bombo y los platillos, el violento rasgueo de la guitarra... Para el próximo fin de mes se ha formado una expedición a las ruinas de aquel viejo teatro con la intención de preparar ahí un nuevo concierto. No tengo la menor duda de que las paredes diseñadas por el músico generarán una rara especie de retroalimentación reverberante. Si mis nociones de solfeo y mi intuición no me fallan, el concierto sonará muy parecido a lo que ahora se conoce como metal progresivo.
*Versión publicada en la Revista Cinzontle, de la División Académica de Educación y Artes de la UJAT (enero-junio 2013, disponible para el público general hacia mayo de 2014).