Esto, lo otro

La vi. Con sus enormes botas que me hicieron imaginarla como un muy bello fauno con patas de alpaca o dromedario. Escalofrío de brutal enamoramiento; un relámpago. Era hora de cerrar. Acomodó las macetas, corrió las persianas. Yo apuré mi café, que llevaba poco más de media hora enfriándose. Debía alcanzarla, hablar con ella. ¿Cómo comenzar? "Hola, soy Paco. Nunca te había visto, pero..." No. Demasiado estúpido. Pero, como alguna vez le dijeron a Mary Ann "Polly" Nichols ahí por White Chapel: vamos por partes.

Llevaba varias horas en el centro de la ciudad, disfrutando del frío, cuando recordé que no había nada comestible en casa. Decidí entonces que comería algo, lo que fuera. Pensé casi de inmediato en un taco árabe del Callejón del Diamante, y comencé a caminar hacia allá. En eso, pasé junto a La hoja santa, que se anunciaba como "restaurante alternativo" y se me antojó terriblemente la comida vegetariana. Pensé entonces en el lugar que está enfrente del parque Los Berros, en donde venden ese tipo de comida. Ya me había encaminado, cuando lo pensé un poco más: "ya estoy aquí", "¿por qué no probar lugares nuevos?", etcétera. Entré. La comida, deliciosa y abundante. Traía en mis bolsillos justo para pagarla dejando muy poca propina y regresar a la casa. Cuando me percaté de ello, decidí que regresaría al otro día para dejar un poco más de propina de la debida y equilibrar mi karma.

So, ya estaba en el café, cuando me percaté de que estaban cerrando la tienda de al lado para irse a comer. Y la vi. Guapísima, alta, gallarda, casi arrogante. Me apresté a beber el café. Cuando salí, ya no estaban ni ella ni su jefa -la dueña del lugar, ¿su madre?- en ningún lugar visible.

Regresé al otro día. La comida igual de deliciosa y abundante. Comenzaron a cerrar la tienda. Ella usaba unos zapatos-tenis (no tenis normales, sino los que parecen zapatos de vestir) azules.

Me tomé todo el tiempo del mundo para beber mi té de hierbabuena (por alguna extraña razón, esta vez ella no me pareció tan atractiva).