Las primeras dos semanas (sense-samsas, pudieran llamarse) desde que terminaron las vacaciones fueron vertiginosas por la cantidad de trabajo y pendientes y por la urgencia de los mismos. Los resultados han sido bastante aceptables. Estoy, digamos, satisfecho. Casi todo parece estar marchando bien.
El asunto es que; bueno, ustedes saben cómo de repente hay que hacer cosas, trabajar, por un objetivo definido, pero... ¿qué tal si ese mismo trabajo no permite darse pequeños respiros que, a su vez, nos dejen dar algunas probadas de ese objetivo? En todos estos años me había siempre decantado por la opción sencilla: la de las pequeñas probaditas... Pero al final, la mayor parte de las veces esto no resulta bien: así, en la carrera que no me gustaba, en lugar de esforzarme por sacar buenas calificaciones y eso, preferí echarlo todo a la coladera; en la que sí me gustaba -peor aun- fui un pésimo estudiante, y tengo ahora un promedio mediocre que arrastraré por el resto de mi vida; en su momento, he preferido posponer cosas importantes en pos de una momentánea tranquilidad. Todo esto, por lo menos, ha terminado por reventarme en la cara. En otras ocasiones he podido reponerme, siempre, gracias a algún espíritu compasivo, a algún impulso sobrenatural, a algún descuido burocrático premeditado... pero tampoco esto es lo ideal.
En este momento estoy trabajando por S.; peeero... por lo mismo no he podido verla -fuera de mis sueños- en casi un mes. Sé que, sin embargo y por el momento, todo lo que hago es necesario para que, cuando llegue la hora, pueda estar con ELLA y entregarme a ELLA por completo, con libertad, sin pendiente alguno en el mundo secular.
miércoles, 23 de enero de 2008
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