con una variación extraña de casa de mi abuela; parecía que el lugar era viejo, viejo, y daba la impresión de ser una vecindad, no obstante el techo era bastante bajo -igual al de casa de mi abuela, pues-. El piso era de cemento pintado de rojo (así era hace varios años). Había una recámara de más, de la que se asomaba una bruja muy morena y anciana, con las manos madreadísimas, ya saben, uñas rotas y toda la cosa -las uñas me impresionaban mucho-, que se asomaba para saludarme. Yo me le acercaba aparentando calma.
Cuando finalmente me libré de la incomodísima plática y enfilé hacia donde está la cocina, me encontraba con otra bruja, idéntica, que también quería platicar. Era hermana gemela de la primera.
En el sueño, las dos me tocaban los hombros -uno cada cual-.
Amanecí con un dolor de cuello muy fuerte.
En el sueño aparecían también Rodrigo y mi papá.
miércoles, 7 de marzo de 2007
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