martes, 22 de mayo de 2007

(Sin título)

Al amigo muerto

I
Acaso no conservamos en los rostros el sonido del trueno
el quebranto del cántaro
o el grito de un pájaro herido
Tal vez el polvo que llevamos en las botas
el camino que tomamos a diario después de un día de juegos
el jardín
y todos los lugares en que reconozco nuestra risa
infantil, perenne, como congelada en el tiempo
sean espejos que nos muestren nuestra efigie verdadera
o nuestro verdadero nombre
Acaso ni por las espirales de la rosa
ni mediante las ondas concéntricas del agua
nos intuyan
y no nos defina el eco de la razón
es la razón es la razón es la razón
de ser o de la rosa que es una y es todas
Más fantasmas, más tierra y agua, barro,
caminando fugaces por el mundo
y puedan observarnos sólo de reojo
antes que comience el universo
pues no somos éste, no
somos ningún otro
somos todos los hombres que han pisado el mundo
o habitado un útero,
(o habitado, acaso, un sueño efímero o un libro)
II
Nuestras sombras solo ocurren cuando las miramos
el resto del tiempo
nosotros somos nuestra sombra
III
Una vida
Fue fugaz vuelo de mariposa
(tornado, cometa al rojo vivo)
que crea metamorfosis en lo que siente a su paso
al extinguirse fue el soplo de una vela
(tornado lejano, cometa que se apaga
al regresar al origen: germen de la tierra)
Fue uno de los mejores días de su vida
(pero, de nuevo, todos lo eran)
y yo no estuve ahí
hay quienes se preguntan el porqué
(¿por qué la velocidad, salió, la suerte,
tan pronto, no yo, Dios, el sepulcro…?)
¿Por qué el silencio?
IV
Las respuestas han estado siempre en todas las demás caras
que desfilan, corean, hacen tumultos
y bromas, prodigando un último adiós (último insulto
a un ser que fue descomunalmente superior a ellos)
y en la suya propia, que está como dormida,
teniendo el mejor de los sueños.
V
Hace tres noches que estoy como dormido
sin haber dormido un solo minuto
No es insomnio, no;
es que el mundo ha cambiado

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