jueves, 24 de abril de 2008

Finalmente, tras casi mes y medio de saberlo una necesidad, se ha ido una muy buena parte de mi cabello, junto con un pequeño cúmulo de cargas de todo tipo que venían guardándose ahí desde hacía algún tiempo. La señora que me lo cortó sufrió, por supuesto, un par de pequeños choques eléctricos. Cosa curiosa, a pesar de las ligeras quemaduras y la juguetona electricidad estática que hizo que sus cabellos se levantaran haciéndola semejar una especie de Don King setentero xalapeña, nunca cambió sus tijeras completamente metálicas por unas de mango de plástico, y de vez en cuando salían de sus labios breves risillas y sonidos delatores. No me cobró el corte y me ofreció que volviera cuando quisiera. Simpática señora.

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