Previendo la posibilidad de que una introducción a la entrada de "lo bueno" se extendiera demasiado, dispóngome (ambrón) a redactar ésta que usté leé (aquí).
Pues nada, que el universo me obligó a esperar pa poder postear de nuevo --joder, ya que me estaba encarrerando--: 1) el miércoles 21 terminé de escribir la entrada con las notas de mi libreta y mucho más, de lo que --oh witty bastard me-- se me ocurrió al escribir, pero al darle al botón de Publicar, el Blogger me dijo que nel, que ahí luego; 2) el jueves 22 y el viernes 23 no tuve interné en la ofi; 3) el sábado 24 trabajé casi doce horas en casa y de ahí me fui a una fiesta (felices 27, querida tamarindera :D); 4) el domingo 25... pues descansé; 5) el lunes 26 seguía sin interné y, por último, 6) ayer estuve en jodísima con muchos pendientes...
En fin; también pensé en lo inapropiado que resultaría andar presumiendo de lo bueno que me ha pasado cuando la vida puede ser tan hijadeputa --cosas, cosas, cercanas y jodidas; ganas de abrazar a alguien y compromisos que lo impiden, joder-- y en que el Armandís curiosamente enumeró --o punteó, que le dicen-- lo que yo había escrito pa lo bueno en su comentario a la penúltima (antepenúltima, cuando publique esto... la del lunes 19, vamos) entrada y el desarrollo de la nueva podría malinterpretarse como absolutamente falta de originalidad --sobre todo porque luego todos empezaron sus comentarios con "como dice Armandís" o "Armandís tiene razón" o "ay, qué bueno está Armandís". Y ya.
Ah, que esta hubiera sido una introducción aburridísima, ¿que, no? Mejor una mala entrada completa.
Al escribir esta entrada sobre otra entrada --sobre otras: una publicada, la otra por publicarse--, recordé una vez que el Bastian --que también dejó un comentario en esa misma entrada (la del 19)--, tras una conferencia en el Salón Azul, sabiamente interrumpió una intervención mía que ya daba signos de perderse en derroteros inútiles con, palabras más, palabras menos, lo que sigue: "Tú no te preocupes por eso y mejor haz la pregunta o concluye tu comentario, porque ya más bien estás haciendo una intervención sobre tu intervención". Yo, enseguida, callé, y pensé: "Puta madre, una metaintervención: he inventado un género". Levanté los brazos en actitud victoriosa y salí volando por la ventana, justo a tiempo para salvarme: detrás de mí, el deconstruccionismo y el posmodernismo consumieron cuanto estaba a su paso, y volutas de ideas caían abstractas, inexorables --¡oh, intrínseca cualidad gravitatoria!--, sobre el suelo. Fue un momento oscuro en la historia de la ex unidad de humanidades.
miércoles, 28 de enero de 2009
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