martes, 25 de agosto de 2009

Fin de semana

Tiempo a solas con mi padre. Hacía mucho tiempo que no pasaba. Una buena película; largas pláticas, lentas, tranquilas, agradables. De mis planes, de la vida, de dios y la divinidad. Supongo que era tiempo.

Cuando estoy con él recuerdo lo mucho que nos une; cuando no, normalmente me cuesta trabajo recordarlo.

Desde hace meses he comenzado a ver en mí la necesidad latente de estar cerca de él. En mi último viaje a México me pareció verlo claramente en el metro. No era él, sino un hombre de unos diez o quince años más, bastante más delgado, pero con un aire que lo hacía verse similar. Recordé que las últimas veces que lo había visto se notaban ya las marcas que el tiempo ha dejado en sus facciones, en su cuerpo: sus fosas nasales, sus ojos y las ojeras bajo ellos, la papada, la incipiente joroba en la espalda...

Tiene un nosequé de tétrico ver a los padres envejecer, como una premisa de la muerte que se acerca, inexorable.

1 comentario:

Miaulina FaMale dijo...

Yo, con todo y todo, no los verè envejecer y ahora que lo mencionas, esa experiencia que no me fue reservada no me parece tan tetrica, quizà porque no la conozco ni la conocerè. Pero ay de mì! que me tocò la otra suerte, la verlos morir sin envejecer.

En fin, que los padres son siempre un no sè cavados no sè dònde no sè porquè.

pero te re-quiero, mi Pac.

Besos

Vers